jueves, 22 de agosto de 2019

TRONCO COMÚN: Fútbol

Como saben, ya se cumplió un mes de que empecé con mi primo Roberto un podcast llamado el Tronco Común que pueden escuchar en Spotify y en Anchor. Aunque la semana pasada intentamos hacer una breve introducción a los orígenes de nuestras aficiones por el cine y el futbol. Hoy quiero poner en texto algunas cosas que se dijeron el viernes pasado y complementarlas. Este texto sólo trata sobre el deporte. Después publicaré otro sobre cine. 

¿Por qué el futbol?
 Golpear un balón brinda una satisfacción muy especial.Como todos los humanos, yo aprendí por imitación. Mi padre me enseñó a pegarle al balón, a cerrar los puños y lanzar una pelota. Supongo que le preocupaba que desarrollara las capacidades motoras, no sólo porque él es físicamente ágil, también porque sufrí un accidente que me quemó una mano y que me hizo introvertido.
Cachar una pelota de béisbol, batear y patear un balón eran las tareas básicas que utilizó para romper la burbuja en que me había metido. En la Ciudad de México, a poca gente le interesa el béisbol; además, para jugarlo necesitas cuando menos seis personas. El fucho se puede jugar entre dos con un bote de frutsi relleno de basura. ¿Hay algún otro deporte tan simple?

Jugué coladeritas y gol-para como seguramente todos los niños de los setenta. Jugué en todos lados: en la playa, en camellones, en jardines, en parques, en el bosque; todo el mundo sabe las reglas y te puedes relacionar con cualquiera echando una cascarita. En la calle ves a la gente jugando y puedes pedir la reta. 

Aunque también allí se crean odios rancheros, por lo general se mueren al terminar el partido. Jugué con compañeros en las “islas” de Ciudad Universitaria, en el Colmex sobre cancha de cemento y en la Universidad Panamericana en el jardín del espacio en que tomaba las clases de maestría. Lo que quiero decir es que el fútbol es para todos, incluidos vagos y universitarios, sean alumnos o profesores. 

Mi recuerdos más queridos son: vencer, con mis primos, en el Bosque de Tlalpan, a unos chavos que nos pidieron la reta; un peloteo a la orilla de una lago en Kenia; y un partido casi serio en una cancha de futbol rápido en Costa Rica contra el embajador de Argentina. Debo confesar que jamás me he puesto unos tacos y que odiaba ser portero. Eso fue hace tiempo; hoy soy un tronco.


¿Por qué los Pumas?
Soy puma desde que recuerdo. Mi padre era seguidor del equipo y me llevaba al estadio. Evanivaldo Castro fue el responsable del gol que dió el primer campeonato a Pumas en 1977, cuando yo tenía 5 años. En alguna ocasión esperamos a que salieran los jugadores y Cabinho me saludó con su enorme mano fría. En ese instante me sentí parte del equipo. Además, el logo del equipo es el mejor diseño del fútbol nacional. Después estudié y trabajé en la UNAM, que para mí es la universidad más importante del país, y yo trasladaba automáticamente los valores de la Universidad a los Pumas. Ahora entiendo que los Pumas no representan de ningún modo a la universidad pública. Pero antes, hace años, los Pumas se se encargaron de que Hugo Sánchez tuviera una carrera universitaria.


¿Qué juegos me marcaron?

Sólo he entrado a dos estadios de fútbol: El Olímpico Universitario y el estadio Azteca. En C.U. tuve la suerte de asistir a la final en la que el Tuca Ferretti venció al America y a otra en la que le ganaron a Chivas en penales, así como el juego de ida contra Monterrey. Por supuesto allí ví muchos otros partidos en compañía del Negro Tito y sus hermanos y vaciamos muchos vasos de cerveza.

En el Azteca, asistí a la Inauguración del Mundial México 86 y al partido de la mano de Dios en el que Argentina venció a Inglaterra. También he asistido a un par de partidos amistosos de la Selección Nacional y a una final que perdió Cruz Azul contra Necaxa con mi amigo Rafael.

Debo decir que lo mejor del Azteca son los palcos. Al inicio de los noventas, un amigo de la preparatoria me invitaba al palco de Banca Serfin; se trataba más de beber y pasar el rato que de ver el partido.


¿Qué me autoriza a hablar sobre fútbol?
Uno: Soy consumidor de fútbol desde niño. Cuarenta años consumiendo un producto, sea queso, dulces o vino, te brindan conocimientos suficientes para opinar, salvo que nunca hayas puesto atención. Si no fuera así sólo podrían opinar los dueños de los equipos. 

Dos: Mi opinión es libre, no tiene conflicto de interés. No recibo dinero para pensar de cierto modo. Las televisoras creen que cualquier ex futbolista puede ser un buen comentarista; yo creo que no. Aparte de conocer el producto, debes tener criterio. No se vale ser una foca aplaudidora. Hay que tener la capacidad de comparar y calificar sin miedo a ofender al patrón. 

Tres: Entiendo el fuera de lugar. De niño no lo entendía y creo que hasta la adolescencia batallé para descifrar esa regla que buena parte de los aficionados no entiende. ¿Crees que todo el mundo la conoce? Pide que te la expliquen y te llevarás una gran sorpresa.


¿Qué significa saber de fútbol?

Si te pones exigente nadie sabe de futbol. Es decir, hay quienes saben golpear el balón, otros saben cómo funciona el negocio, algunos tienen talento, otros manejan jugadores, hay quienes redactan contratos, quienes conocen las transas de la FIFA y hasta expertos en la grilla del vestidor. Pero nadie sabe de fútbol. Todos ven este fenómeno desde un ángulo particular. 

Si me preguntas quién sabe de futbol diría que Menotti. Jamás Cristiano o Messi. Más sabe el diablo por viejo que por diablo. El Flaco alcanza a comprender lo que pasa en las canchas. Pero lo rico del fútbol es que saber mucha historia o estadísticas o medicina del deporte no te prepara para predecir un resultado. Nada te prepara para adivinar el marcador del próximo partido. En cada partido juega el azar y en ocasiones la mano negra. Todos opinamos con lo poco que conocemos y básicamente tu pronóstico es tan bueno como el mío. Claro que cada uno conoce un poco mejor a su equipo, pero a la hora de apostar, muchas veces el sentimiento traiciona. Si hubiera quién supiera de fútbol, no existirían las grandes casas de apuestas.



Pinky