martes, 28 de enero de 2025

Mejora tu comprensión de lectura y fórmate el hábito de leer

Para recuperar el hábito de leer, te propongo un viaje de 12 semanas, en que elegiremos textos de tu interés, generalmente fragmentos o cuentos cortos, mismos que leeremos para mejorar nuestra atención y análisis. 


¿En qué consiste?
Encontrar textos que satisfagan tus expectativas. 
Tener una cita semanal con un propósito definido. 
Reservar el tiempo y el espacio adecuados para leer. 
Análisis sobre al lectura. 
Conectarlo con nuestra realidad. 
12 sesiones para crear el hábito. 


¿Cómo comienza?
Escribes al correo electrónico abrahamler@gmail.com. 
Te hago un breve entrevista.
Defines día y hora de tus sesiones.
Te envió los textos.

EL HOMBRE QUE NO LEE NO TIENE VENTAJA SOBRE EL QUE NO SABE LEER.


Paciencia finita

 


miércoles, 22 de enero de 2025

Mejora tu memoria y tu comprensión de lectura

La comprensión de lectura es la capacidad de entender lo que se lee, tanto el significado de las palabras como el contenido global del texto, no sólo su historia, también su significado. Es una habilidad lingüística que se desarrolla a través de la práctica y que resulta indispensable en el estudio de cualquier materia. 

Para mejorar la comprensión lectora, deberás: 
Leer en voz alta
Analizar el texto 
Hacer un mapa conceptual 
Realizar un resumen del texto

Pero siempre es más fácil escoger un texto que te interese, leerlo varias veces, platicar sobre el mismo y tener una rutina para hacerlo con regularidad. 

Si te interesa mejorar en tus estudios o piensas prepararte para los exámenes de ingreso a la UNAM, puedo ayudarte, escríbeme a abrahamler@gmail.com y trabajemos juntos. En sólo 12 sesiones personalizadas a distancia transformarás tu forma de leer.

Programa 268 (For A Few Dollars More) de CINE MOLE

 

El podcast
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FOR A FEW DOLLARS MORE
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Otras estrellas

 


jueves, 16 de enero de 2025

El camino

 He lanzado anzuelos buscando almas que quieran leer. Los he lanzado directos e indirectos, en cortito, transfronterizos y allende mares, personalizados y despersonalizados, explicados y sin razón. Pero los días no parecen tener espacio para que los humanos lean. Sólo hay tiempo para lo urgente: trabajar, transportarse, comer y dormir. Supongo que algunos no pueden admitir que no leen porque no saben por dónde comenzar, hay tantos libros y tantos autores. Quizá en el fondo hay miedo al fracaso. Empezar un libro y abandonarlo es, desde un rígido punto de vista, una especie de fracaso que es preferible evitar. Otros tienen miedo de leer porque cuando eran niños leían para aprobar exámenes y no fue una experiencia agradable. Es decir, leer está asociado a la evaluación y la calificación. Eso estresa a cualquiera. Otros tantos simplemente están cansados y se refugian en el silencio o en el ruido. No se sienten fuertes para aceptar una tarea que parece no tener sentido o que nunca disfrutaron.


Sin importar si prefieres pasear en redes sociales, ir al teatro, escuchar música o ver TV, lo cierto es que algunos tenemos esa idea de que deberíamos leer más. Pero hay algo misterioso en la letra impresa que aturde los ojos del inexperto, del novato, del que lee por obligación, de quien no tiene el hábito. 


Hoy puede más HBO que Clark Kent, pero no siempre fue así. Yo también fui analfabeta. A mí me pasó. Veía los garabatos en todas partes y no podía fijar la mirada para reconocerlos. Eran dibujos sin sentido, rayas. Apenas miraba debajo de los logos, no veía los signos que llamamos letras. No descifraba que representan sonidos que al unirse forman palabras que son nombres que son ideas que a veces son marcas que implican dinero. Eran garabatos silentes llenos de un poder desconocido.

Creí haber aprendido a leer cuando, en la Avenida Ermita Iztapalapa, en el asiento trasero del Volkswagen 69 de mis padres, al mirar un espectacular con el dibujo de una cabeza de vaca con cencerro, mis ojos siguieron las letras y en mi boca sonó: Alpura. Antes que descifrar las letras de mi nombre leí la marca del cartón de leche porque era más fácil de identificar gracias al dibujo enorme en azul marino. Y casi inmediatamente después, al otro lado de la avenida, bajo un rombo amarillo y otro rojo, por capricho geográfico y comercial, leí: Aurrera. Palabras con A que me obligaron a abrir la boca y sorprenderme. Eso que estaba haciendo era leer o eso creía. Era pura magia, había abierto una puerta y quería leerlo todo. Y luego, ya en casa, junto al espejo, leí ZUUM en un paquete de algodón. Desde entonces, leer se convirtió en un acto automático. Esas tres marcas fueron el principio. De la A a la Z. Mi mente juntaba los trazos en silencio. Cabe mencionar que no recuerdo nada sobre haber descubierto los números.


Leer, por muchos años, fue ver trazos y juntar sonidos. Armar una palabra para construir frases de significado simple y en ocasiones desconocido. Cada tanto tropezaba con palabras jamás antes escuchadas y era necesario ir hasta el diccionario para confirmar su existencia e intentar aprender el significado. 



Era un poco vergonzoso tomar el grueso y compacto como ladrillo, pero viejo y maltratado Larousse de mi madre que amenazaba con deshojarse. Había que levantarlo con cuidado. El paquete de hojas amarillentas, casi rojas y pasta reblandecida, apenas firme, exhibía los hilos y nudos del lomo bajo el forro de tela azul aqua marcado con letras doradas. Pero él sabía casi todo. Consultarlo era un ritual cariñoso. El pequeño libro parecía estar enfermo y exhalaba un aroma peculiar al cerrarlo. 



Pero el misterio se volvió aburrido cuando en la escuela, leía sin cuestionar que tres tristes tigres tragaban trigo en un trigal cuando deberían cazar y comer carne. Tampoco tenía sentido que una rata vieja que era planchadora olvidara  años de experiencia y al planchar su falda se quemara la cola. Era lo mismo cien veces y el tedio parecía expandirse fuera de la escuela. Todo estaba tan mal que descubrí que defender el peso como un perro no era poesía. Apenas era un modo elaborado de decir que los caninos se quedan dormidos y no se alteran porque el cartero entregue las cartas. 


Sí, un tal JOLOPO escribió dos libros gruesos como guías telefónicas que se vendían en todas partes y sólo compraron los lambiscones, mientras la devaluación parecía imparable y había que buscar la leche lejos de casa. No siempre había Lala o Alpura y en ocasiones había que conformarse con un litro de Boreal que parecía rebajado.

El tiempo no se detiene. Un día cualquiera, quizá porque JuanPablo II visitó la ciudad, una vecina me regalo una Biblia para niños con coloridos dibujos barrocos que dieron rostro a Elías, Daniel y Ezequiel, entre otros. Esa vecina inglesa compartía departamento con su hijo. El fulano me parecía un bicho grasiento y peludo, pero coleccionaba la National Geographic. Nunca supe si Conchita se llamaba Concepción, era un nombre poco común para una mujer inglesa, pero ella era agradable y yo amaba su sombrero chino. Era un sombrero  real, un cono amplio y rígido de tejido vegetal con costuras evidentes bajo la laca. Estaba hecho para soportar la lluvia y durar por siempre. Gracias a ella, tuve el impulso de leer aquella Biblia y responder las preguntas que cada capítulo proponía. Además, en las frecuentes visitas a su departamento, no sólo examinaba el sombrero que ella vestía cuando lavaba el patio, también disfrutaba de mirar las fotos de las revistas que se acumulaban en altas pilas amarillas. Había en ellas animales y lugares fantásticos acompañados de palabras en inglés, el idioma de Mick Jagger y otros que también tocaban rock.



La Biblia perdió mi interés cuando nos mudamos a una colonia casi sin casas en Coyoacán. La sustituí con las secciones divertidas (Gajes del oficio, La risa remedio infalible, etc.) de los ejemplares del Selecciones del Reader’s Digest que vivían en el revistero del baño junto a lo Negro del Negro Durazo. Allí también llegaron excepcionalmente números de las revista Colibrí y Contenido. De esos sólo recuerdo un reportaje sobre el dueño de la paletería La Michoacana que prestaba el nombre a otros interesados en el negocio de los helados. 

Pero el vicio de la lectura me pegó fuerte cuando en la Tienda UNAM comenzó a llegar el cómic de “El sorprendente Hombre Araña. Esperaba con ansía el domingo para tomar el ejemplar y leerlo antes de haber salido de la tienda y luego lo leía nuevamente con calma en mi casa. Mi abuela impulsó el vicio del cómic, comprando uno nacional, color sepia, que se llamaba Bolillo, sobre sobre un pastor alemán. Un perro, no un hombre dedicado al negocio de la religión. El cómic no era mío, pero podía leerlo. Ya no recuerdo nada de esa historia, pero un lunes sin leer el Bolillo era una decepción difícil de superar.

Leyendo con placer, pero sin analizar, pasé por la primaria y la secundaria. En el segundo año de prepa apareció un excéntrico profesor de literatura universal  apodado “Rayita”, él nos hizo leer un libro por semana y hacía examen oral cada viernes. Mi única derrota ante este maestro fue “Tierra de hombres que nunca pude leer y él accedió a sustituir por otro título. Aunque ahora no recuerdo nada sobre “Las minas del Rey Salomón”, disfruté mucho su lectura y tengo ganas de leerlo otra vez. Supongo que es cierta la frase de Maya Angelou sobre que la gente nunca olvidará cómo los hiciste sentir. 



En ese mismo año tuve un profesor de historia universal cuyo nombre no recuerdo y cuyos exámenes nunca entendí. Pasé de panzazo odiando tanto a Bismarck como a la Revolución Industrial. En contraste, las clases de Revolución Mexicana eran puro gozo. Leíamos libros de la Colección de Escritores Mexicanos de Editorial Porrúa.  “La sombra del caudillo” y “El águila y la serpiente” de Martín Luis Guzmán me fascinaron. Eran libros de tapas suaves blancas con vivos rojos que requerían de una navaja para abrir sus hojas, pero eran superiores a la colección Sepan cuantos y su fastidiosa doble columna. Al año siguiente apareció Héctor Zagal, mi profesor de Filosofía. Con él las clases volaban discutiendo ideas mientras los demás se aburrían esperando a que los minutos corrieran. Fue mi clase favorita de la preparatoria.


Leer “La columna de Hierro” de Taylor Caldwell en el techo a dos aguas de la casa de mis padres me llevo muchas tardes. Incluso más que las que me tomó leer en la sala “Azteca” de Gary Jennings. Quizá no entendí nada, pero las disfruté. Me bastaba imaginar a los personajes y sus costumbres. El primer libro que tuve que leer en una sola sentada fue “Pedro Páramo” porque leerlo en fragmentos no me permitía entender. Lo comencé la triste noche de un viernes y lo terminé cuando ya clareaba el sábado. Me sentí realizado. Había podido entender ese laberinto de voces.


Aprendí a leer mapas en la carretera. Obvio no son iguales las carreteras mexicanas que las gringas, pero descubrí que eran sólo guías. Nunca te advertían sobre el clima, los baches, las obras o los accidentes. Mucho tiempo me llevo descubrir que esos 4 puntos fijos en los mapas podían identificarse por la posición del sol, pero yo leía el mapa por dirección. Es decir, si iba hacia el norte, el mapa estaba bien; si iba hacia el sur, bastaba ponerlo de cabeza. 


Una lectura muy diferente fue leer letras de canciones, era una experiencia reveladora. Para empezar, las letras, generalmente en inglés, no sonaban como en mi mente. Así que la música me sacaba del error. Además, había muchas palabras que no conocía y el diccionario fue otra vez una fiel muleta. Leí las letras de todos los discos que las incluían. Sí, las letras de “The Wall” debo haberlas leído 500 veces y compré un cancionero de The Doors que me entretuvo mucho tiempo.



Llegué a la Facultad de Derecho de Ciudad Universitaria por obra del destino.  El libro de Sara Bialostosky, Panorama del Derecho Romano fue fundamental para navegar por la carrera y descifrar la lógica jurídica. Ya había leído muchas cosas y me pregunto si las leía por el viaje o si ya aprendía algo.  Sinceramente creo que aprendía poco, pero me servía como escape y como ejercicio de meditación. 



Al salir de la carrera me inscribí en el Colmex y allí Rafael Olea Franco tuvo el buen gusto de presentarme los cuentos de Jorge Luis Borges y hacerme ver que no me sumergía en la lectura. Leía con gusto, pero muy por encima. No encontraba las capas profundas de las historias y me perdía esos significados. El placer de leer era mucho imaginar y poco comprender.

 


Creo que también fue Olea quien me hizo leer “Altazor Temblor de Cielo” de Vicente Huidobro y me quebró. Las letras eran espíritus y su belleza era incomprensible, se podía experimentar, pero no había manera de explicar o razonar un trance estético. 


He leído sobre Budismo, magia, esoterismo, mitología y religiones. Busqué en esos libros los mensajes que explicarán a Dios y mi existencia. En el camino de la lectura me dio por escribir y así encontré maestros, escritores y amigos como Mauricio Carrera, Gilberto Prado Galán y Felipe Garrido. Aprendí a leer después de haber leído. Aprendí a leer de verdad al querer escribir. Ahora quiero compartir ese saber contigo. 


Abraham Echauri

abrahamler@gmail.com

Un protector para tu cumpleaños

 


miércoles, 8 de enero de 2025

Programa 265 de CINE MOLE ¿Quién odia a Eddie Redmayne?

 

El podcast
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The Day of the Jackal
El día del Chacal
exclusivamente
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Discurso sobre los ataques de Charlie Hebdo

 No soy uno de esos que admira a los franceses como si fueran súper humanos, pero ayer escuché parte de este discurso y me pareció relevante para todos, para mí, mexicano en un país en el que los periodistas son asesinados. En México, la amenaza no es por parte de radicales religiosos. Sin embargo, hay fanáticos que se niegan a ver la realidad y mucha gente pagada para ahogar la verdad en un mar de mentiras. Si no quieren leer el discurso completo, quédense con la idea de que: atacar la libertad de expresión es atacar la República y la República es la cultura, el pluralismo y la democracia. 



Queridos compatriotas,

Francia ha sido atacada hoy en su corazón, en París, en los propios locales de un periódico. El tiroteo, de una violencia extrema, ha matado a doce personas y herido a varias. Han muerto dibujantes de mucho talento, cronistas valientes. Habían marcado por su influencia, por su insolencia, por su independencia a generaciones y generaciones de franceses. A todos ellos quiero decirles que seguiremos defendiendo en su nombre ese mensaje de libertad.

Este cobarde atentado también ha matado a dos policías, los mismos que estaban encargados de proteger CHARLIE HEBDO y la redacción de este diario, que estaba amenazada desde hacía años por el oscurantismo y que defendía la libertad de expresión.

Estos hombres, esta mujer, han muerto por la idea que tenían de Francia, es decir, la libertad. Quiero expresar aquí, en vuestro nombre, todo nuestro reconocimiento a las familias, a los afectados, a los heridos, a los allegados, a todos aquellos que hoy han sufrido en su propia carne este cobarde asesinato. Hoy son nuestros héroes, y por eso mañana será un día de luto nacional. Así lo he decretado. A las doce horas habrá un momento de recogimiento en todos los servicios públicos e invito a que se asocie toda la población. Las banderas ondearán a media asta durante tres días.

Hoy ha sido toda la República la que ha sido agredida. La República, es la libertad de expresión. La República, es la cultura, es la creación, es el pluralismo, es la democracia. Eso era lo que perseguían los asesinos. Ese es el ideal de justicia y de paz que Francia lleva consigo a todas partes en el ámbito internacional y ese es mensaje de paz, de tolerancia que defendemos también a través de nuestros soldados para luchar contra el terrorismo y el fundamentalismo.

Francia ha recibido mensajes de solidaridad y fraternidad del mundo entero y debemos ser conscientes de ello. Debemos responder a la altura del crimen que nos golpea, en primer lugar buscando a los autores de esta infamia hasta que sean detenidos, y después juzgados y castigados muy severamente. Se hará todo lo necesario para detenerlos. Hoy la investigación avanza bajo la autoridad de la justicia.

También debemos proteger todos los espacios públicos y el Gobierno ha puesto en marcha el llamado plan Vigipirate Attentat, es decir que se van a desplegar fuerzas de seguridad por todas partes donde pueda haber el inicio de una amenaza.

Por último, nosotros mismos tenemos que ser conscientes de que nuestra mejor arma es la unidad, la unidad de todos nuestros ciudadanos ante esta desgracia. Nada puede dividirnos, nada debe enfrentarnos, nada debe separarnos. Mañana reuniré a los Presidentes de las dos Asambleas así como a las fuerzas representadas en el Parlamento para mostrar nuestra determinación común.

Francia es grande cuando, ante la adversidad, es capaz de ponerse a su mejor nivel, es decir a su nivel, al nivel con el que Francia siempre ha superado las adversidades. La libertad siempre será más fuerte que la barbarie. Francia siempre ha vencido a sus enemigos cuando precisamente ha sabido permanecer unida en torno a sus valores. Y eso es a lo que os invito que hagáis. La unión, la unión de todos, bajo todas sus formas, esa tiene que ser nuestra respuesta.

Unámonos todos ante esta adversidad. Ganaremos porque tenemos todas las capacidades de creer en nuestro destino y nada nos podrá hacer ceder en esta determinación que es la nuestra.

Unámonos.

¡Viva la República y viva Francia!
François Hollande

Es sólo agua pero me gusta

 


viernes, 3 de enero de 2025

Recupera el placer de leer en 12 sesiones

 LEER  debería ser placentero para todos. El mejor modo de inculcar la lectura en tus hijos es el ejemplo. Pero no todos le toman el gusto porque en general se lee por obligación. Para pasar un examen o para realizar una tarea del trabajo. Se lee con prisa y sin atención.

Hace unos días hice un ejercicio de lectura con un grupo de personas y aunque algunos lo encontraron gracioso, otros se perdieron por completo. El texto era el siguiente:



My Mother Makes Me Chicken
By Jack Prelutsky
From A PIZZA THE SIZE OF THE SUN

My mother makes me chicken,
her chicken makes me cough.
I wish that when she made it,
she took the feathers off.

Mi madre me prepara pollo,
su pollo me hace toser,
Deseo que cuando lo prepara,
antes lo desplumara.

Aunque todos sabían inglés y el texto fue traducido, la mayoría de los asistentes encontraron el texto divertido y no hicieron mayor análisis. Bastó la rima y la situación extraña para sentir que no había nada más en el texto. Eso no es leer, una lectura no concluye allí. Leer es pensar. Leer es analizar lo leído. ¿Qué quiso decir el autor? ¿En verdad hay una madre que prepara el pollo sin desplumarlo? ¿Cuál es el mensaje de este verso? 

Si quieres leer con gusto y obtener provecho de tus lecturas, escríbeme a abrahamler@gmail.com

¿Cómo funciona?
Me escribes al correo electrónico abrahamler@gmail.com. 
Me comunico contigo para conocer tus inquietudes y seleccionar textos de tu interés. 
Seleccionas la hora y el día para tus sesiones que se realizarán mediante llamada, zoom o equivalente.
(De lunes a viernes entre las 9 y las 18 horas. En sábado entre las 10 y las 13 horas.)
Te envío el primer texto. Durante la sesión, de 50 minutos cada una, se analizará el fragmento. Desde lo más básico (Me gustó o no), pasando por sus elementos (Narrador, personajes, espacio, tiempo, estructura y mensaje) así como la comparación de las imágenes y las sensaciones que provocan los otros textos.

Al terminar la sesión, decidiremos si continuamos usando ese texto o buscamos otro texto.

Costo
Cada sesión tiene un costo de trescientos pesos.

Promoción
Si haces un solo pago por las doce (12) sesiones, antes del 10 de enero, tendrás un descuento del 20% y si lo haces por seis (6) sesiones tendrás un descuento del 10%.

PRECIOS VÁLIDOS HASTA EL 31 DE ENERO DE 2025