Las hadas fueron junto a tu cuna,
Y un don te dieron, una por una.
–Tendrá la crencha de Berenice.
–La piel sedosa que tuvo Eunice.
–Para que mire sus lindas galas,
los verdes ojos le doy de Palas.
–Dotar sus dientes a mí me toca,
collar de aljófar pondré en su boca.
–Tendrá los labios como amapola.
–Los pies tan breves cual de española.
–El que la mire la idolatra:
le doy las gracias de Cleopatra.
–Pues que la adore el que la vea:
será la Venus de Citerea.
Así dijeron una tras una,
todas en coro junto a la cuna.
Y un gnomo enano, de pelo lacio,
de ojos biliosos, cual de topacio,
y piernas corvas, como una comba,
cayó de pronto cual una bomba,
y así les dijo: “Bella reunión,
falta a la niña un corazón:
por eso llego todo anhelante,
y en esa entraña pongo un diamante.”
Y así creciste, dulce bien mío,
llena de encantos, y el pecho frío;
y así te yergues, soberbia Antea,
como trasunto de Galatea.
De nieve llevas una coraza
que mis amores siempre rechaza,
y en vano gimo de ti delante:
tu alma es tan dura como el diamante.
Francisco González León (1862-1945)
Poemas Ernesto Flores (compilador)
Fondo de Cultura Económica, México, 1990
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