Cuando los empleados de la funeraria entraron al velatorio para llevar el cuerpo de mi mejor amigo al crematorio, me acerqué a su madre, la tomé del brazo y la separé de su familia. La miré a los ojos y confesé: Necesito decirle algo. Hugo no estaba conduciendo cuando chocamos. Al salir de la fiesta me dijo que se sentía cansado, me dio las llaves del coche y se recostó en el asiento del copiloto. Después del impacto, quise despertarlo. Ya estaba muerto. Me dio miedo y decidí sentarlo al volante.
Ella me abrazó con fuerza. Después me susurró al oído: Ya lo sabía. El abrazo no aflojo y comencé a sentirme incómodo. Por encima de su hombro miré a Sandra, la hermana de Hugo. La tristeza le sentaba bien, se veía muy delgada y sexy de negro. Una erección me traicionó. Mi pene empujó sobre el vientre de Doña Carmen. Ella me soltó, tomó mi cabeza entre sus manos y me dio un beso en la boca. Conteniendo las lagrimas me dijo: Fue lo correcto, ahora ve a ver si ya puso la marrana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario