¿De dónde saqué que viviría por siempre en tu corazón? Quizás escuché la frase en una novela. No querías verme ni hablarme. Te espiaba. Te adoraba. Te puse en un altar y tú no me mirabas. Para hacértelo fácil me oculté. Imaginaba que pensabas en mí, que cuando menos me odiabas. Deseaba que mi presencia oculta fuera materia de tus pesadillas. Fui tu guardián y tu testigo. Alguna vez descubriste mi rastro, reñíste al aire con mi presentimiento. Nunca mentiste, no me querías, nada sentías por mí ni por nadie. No te creí. Te acostumbraste al olor de mi cuerpo, a que durmiera bajo tu cama, a estirar la mano y encontrar la toalla, al estricto orden de tus zapatos. Te amaba. La curiosidad me mataba. Necesitaba saber. Necesitaba asomarme a tu corazón abierto. Lo corté en finas láminas. Yo no estaba allí. Ni yo ni nadie. Ayer probé tu dulce carne. No quise comer demasiado, no quiero acabarme tu dulce corazón.
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