¡Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco!
Vicente Huidobro
La obra de teatro, basada en el relato del ruso Nikolai Gogol (1809-1852), que montan Mario Iván Martinez y Luly Rede es salvaje. A ratos ligera y a ratos pesada y oscura. El monólogo se apega mucho al texto original, pero es diferente al famoso montaje que hicieran Carlos Ancira y Alejandro Jodorowsky hace veinticinco años y que es posible ver en YouTube.
Debe ser muy difícil estar solo sobre el escenario casi dos horas con la miradas de un teatro lleno sobre tu cuerpo. Nada te ayuda, no hay otro personaje que te dé la pausa o la entrada. Sólo está la música que a ratos armoniza con el movimiento y la luz que cambia de temperatura y foco. Mario Iván no se queda quieto un segundo, recorre completo el escenario y lo llena con su voz y sus gestos. Utiliza cada objeto en el escenario en más de una ocasión, la cama es una jaula, un refugio, un podio y una escalera. La cobija es un perro; la bufanda, una media; la alfombra, una capa. El escenario y Mario se desnudan, es decir, un hombre se va despojando de todo lo que no es inherente a su existencia y la ultima prenda en caer es la escasa cordura que aún posee. El trabajo físico es agotador. Subir, bajar, vestirse, desvestirse, levantar muebles, rodar bajo los muebles, saltar y cantar. Mario deja todo sobre el escenario. No hay un reproche.
¿Qué nos quiere mostrar esta obra? ¿Cuál es el lugar de un hombre en el mundo? ¿La fragilidad de la mente? ¿La corrupción del Estado? ¿La ridiculez de la humanidad? ¿Las terribles diferencias de la sociedad? ¿El placer del delirio? ¿La correspondencia insulsa de las perritas? ¿El absurdo trabajo que se encarga a algunos burócratas para tenerlos entretenidos? ¿la erresponsabilidad del personaje con su propio destino?
El espejo es tan amplio que permite a todos encontrar lo que busquen. Quizá la obra busca hacernos reflexionar sobre nuestra cordura. Quizá solo quiere entretener y que pasemos un buen rato. Sin importar la intención del autor de la obra, Mario Iván divierte y emociona con su intensa y entregada interpretación. Queda a criterio de cada espectador analizar lo que vió y descubrir si tiene algún mensaje oculto para su vida. (Ab.)
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