Jorge Luis Borges ha sido reconocido como el gran escritor latinoamericano que no ganó el premio Nobel. Se le ha criticado por sus opiniones políticas como si eso fuera lo más relevante de su persona, como si le pudieran negar el genio y su calidad de artista. Su obra, sus cuentos, no su poesía, es lo más importante y todos los que lo han criticado venderían su alma al Diablo por poder escribir como este argentino. Obsesionado con el tiempo y los laberintos, estudioso de la filosofía, las herejías y de las sagas nórdicas, adorador de la lengua y los engaños sutiles, reconocía que nada hay nuevo bajo el sol. Esta contradicción le permitía crear universos en pocas páginas, universos en los que su peculiar humor creaba una atmósfera inquietante. Nadie se baña dos veces en el mismo río. Nadie permanece. Todo es olvido.
Para no perder la memoria, perdió la vista conservando para sí el amarillo. Nadie quisiera vivir la vida de Borges, pero todos quisieran haber escrito sus libros. En el cuento “El testigo” que forma parte del “El hacedor”, Borges se pregunta qué se morirá con él. Un hombre muere y con él, un universo. Con cada muerte se diluye la memoria del mundo. El marcador vuelve a ceros y un nuevo Big Bang comienza.
En “El libro de Arena” hay un texto muy corto que se llama “El disco”, allí se cuenta que a una cabaña llega el rey de Sajonia con el disco de Odín en la mano, es un disco de un sólo lado. ¿Hay alguien que pueda imaginarse eso? ¿Hay alguien que no quiera ver el disco y tocarlo? A mí se me revuelve el estómago de pensar en el disco. Así de fácil incluye Borges la historia, la mitología, la filosofía, la magia, la ambición y la vida. ¿Hay alguien que pueda no sentirse perturbado por el misterio de este texto? Yo no. A Borges debo mis ganas de escribir, mi deseo de saber, mi ganas de experimentar. Sólo sus textos pueden condensar tanto en tan pocas líneas.
Borges no puede negar la influencia del Budismo Zen en su escritura, Jorge Luis encuentra la belleza del mundo en una rosa y en el Aleph mira el Universo. De cerrar los ojos y alcanzar a ver un número indeterminado de pájaros, deduce la existencia de Dios. Sí, Dios existe. Existe el Islam, existe el Cristianismo y sus voces son ecos de lo que Borges ha visto. Borges ha visto la eternidad y esa visión le atormenta. Sus textos son su terapia, está intentando exorcizar el demonio que lo lo tiene cautivo. El Tigre que lo atormenta, el minotauro.
Georgie, ¡gracias por todo!
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