Este país era diferente cuando yo era niño. Ser ignorante era motivo de vergüenza. La gente analfabeta escondía su ignorancia y prefería quedarse callada, escuchar y quizá aprender algo. Nadie nace conociendo el alfabeto y todos tenemos que ser enseñados a leer y escribir. Pero antes de hablar, la gente solía pensar. Nadie decía la primera estupidez que le pasaba por la cabeza. Pero algo cambió. De pronto hubo noticias de gente que, contra toda lógica, afirmaba que la Tierra era plana. Luego un presidente comenzó a decir mexicanas y mexicanos cuando hablaba en público y después una escultura de Cristobal Colón fue retirada con el pretexto de que ofendía a feministas y pueblos originarios. Al mismo tiempo, algunos se identificaban con las misóginas letras del reggaeton y hubo quién calificó de clasistas a los negocios que no lo hacían sonar. Se instaurarón el día del orgullo gay y el mes del cáncer de mama, se vendieron carísimos autos eléctricos con cámaras de reversa, se llamó arte a las creaciones de la inteligencia artificial y se consideró chic realizar un viaje de placer al espacio. La imbecilidad se convirtió en epidemia y en motivo de orgullo. La autocensura desapareció, ser idiota está de moda y puedes vender eso para hacerte famoso. Incluso algunos radicales afirman que una mujer biológica es una construcción del patriarcado.
En teoría, resultaba lógico que el gobierno combatiera la ignorancia. Que se hicieran grupos de expertos que explicarán en cadena nacional que las leyes de la biología no están al capricho de los traumas personales, que la Tierra es casi esférica y que Colón está muerto y, por tanto, un objeto inanimado está materialmente imposibilitado para causar ofensas.
No sucedió, el gobierno parece estar disfrutando con la idea de que los imbéciles se multipliquen y suelten opiniones copiadas de añejos programas de televisión. ¿Sabías que las protestas contra Cólon aparecieron en la tercera temporada de Los Soprano? Pensé que nadie compraría una camioneta con una cámara de reversa y que los consumidores se organizarían para exigir a las compañías de automóviles detener la adición de tecnología inútil que aumenta el precio de los vehículos sin disminuir la contaminación. Me equivoqué. Incluso pensé que los padres dejarían de dar dinero a sus hijos cuando los descubrieran comprando drogas o “música” de Bad Bunny. Me equivoqué nuevamente.
Los políticos en turno detectaron que sus esfuerzos por destruir la educación había logrado el efecto deseado. Una enorme mayoría de gente ignorante, sin criterio y sin gusto, estaba allí afuera para que que la arrearán y comprarán su voto a cambio de unos pesos. Tan dóciles estaban, tan satisfechos de su ignorancia, que se les pueden señalar objetivos para linchar, personas o instituciones. Es triste, pero esa masa teledirigida es cómplice en la destrucción de todo lo que ellos han perdido la esperanza de ser. Han renunciado a saber y se conforman con existir. Compran lo que se les dice que compren y creen que su valor radica en su capacidad adquisitiva. Por ello es fácil comprar su voluntad. Convencerlos de cualquier cosa dejó de ser un reto, todo es posible es un eslogan.
Ese enorme rebaño defiende el discurso de combate a la corrupción mientras acepta dinero por asistir a actos públicos de apoyo a su pastor. Consideran que el gobierno es bueno si les trae espectáculos. No tienen capacidad ni criterio para distinguir entre las cosas de calidad y la basura. Atacan a gente que no conocen e instituciones cuyo funcionamiento ignoran. Desprecian la ley y la educación. Todo les ofende y se refugian en colectivos que no pueden agruparlos. Apoyan la destrucción sin pruebas de cada organismo que nos aleja del caos. La Universidad y la transparencia les estorba. El orden les parece indeseable. El caos, la miseria y la ignorancia son su felicidad. Esa gorda manada de borregos que exhibe con arrogancia su resentimiento y su imbecilidad se cree poderosa destruyendo. Cualquiera que sepa leer y sumar les parece clasista. Todo el arte clásico les ofende y pretenden imponer la tontería como norma. Los bárbaros han tomado Roma. El imperio de la razón ha sucumbido por haber permitido que la pobreza sumara millones. El caos reina.
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