Mientras leía La Tacita de Mamá, libro recién publicado (2024) por mi primo Roberto, disponible en Amazon, además de divertirme con las anécdotas, me puse a pensar en las razones que tuvo para escribir un libro así. ¿Así, cómo? Me refiero a una recopilación de breves columnas previamente publicadas, que es posible leer en desorden, en el metro, en el recreo o en una sala de espera, que incluye dos piezas de ficción escondidas en un mar de crónicas. Un libro que no pretende competir con Shakespeare o Borges y tampoco tiene un mensaje ideológico como le gustaría a los hampartistas. Estos textos, saturados de fechas y nombres desconocidos o casi famosos, se pasea orgulloso por cantinas, bares, estadios y conciertos construyendo una versión nostálgica de una biografía urbana.
Además de mantenerse al margen de los trenes del mame de las identidades sexuales y la igualdad, esta lectura tiene varios aciertos:
- Es una biografía a la Tik-Tok, son fragmentos breves que permiten a cualquiera tomar el libro y dejarlo cuando se le agote la atención. Podrías leerlo en 4 o 5 horas, pero es mejor ir y venir sobre él, leer dos o tres anécdotas por día. Leerlo así es más divertido y se ajusta al espíritu de las redes sociales;
- Habla bien de todo el mundo. A nadie ofende este libro que del único que se burla es de un Roberto agradecido con todos y enamorado de la vida;
- Hay un buen balance entre el exceso de datos, que brindan verosimilitud y cercanía a la historias, y la dosis de ficción, quizá involuntaria del narrador. Sus relatos se sienten reales porque los rodea de un montón de datos verificables y apenas me fue posible detectar dos o tres cabos sueltos en todo el libro;
- Está dirigido a los jóvenes que experimentan de todo en esa etapa de construcción de la personalidad y a los viejos nostálgicos. Aunque no es un libro de autoayuda, al tocar de forma tan ligera tantos temas (gratitud, empleo, desempleo, aficiones, enamoramiento, paternidad, duelo, desamor, alcoholismo, etc.) permite que el lector se identifique y se juzgue con menos severidad. Es un libro muy optimista;
- Su lectura estimula la creación. Al leerlo te darán ganas de responder con anécdotas opuestas o similares, te hace pensar en las historias que te gustaría contar; y
- Hace buena publicidad de su autor y del mundo. A ratos en la CDMX y a ratos en Buenos Aires, el autor cuela su humor disparejo entre el casco de los Raiders, la tonada de un bolero y la botella, ayudado por esa terca y muy conveniente memoria (que edita los aspectos más oscuros).
Pero en plan de crítico literario, que no soy, diré que esta recopilación, esta biografía fragmentada que se sostiene en muletas, esta caprichosa colección de recuerdos, no niega la cruz de su parroquia. José Agustín aparece como un benefactor fantasma y la literatura de la onda es reinventada, actualizada y ajustada para complacer a todo aquel que se tope con el libro.
Si Damien Hirst (notorio y exitoso líder del hamparte) pone en formol y vende caros todo tipo de animales; Roberto exhibe, en cajones de letras, sus deseos, sus fantasías, sus recuerdos, su humor y sus traumas (quizá añejos, quizá recién inventados) en espera de que la sonrisa del lector fluya.
Además, es una ejercicio de psicomagia (teoría de Alejandro Jodorowsky), una reconstrucción de la biografía para modificar el destino. Cada persona que ha cruzado su camino brinda una enseñanza que sirve como escalón en esa escalera al cielo robada de La Bamba que hizo famoso al grupo Led Zepellin. Si al Vikingo de la Avante le gusta más está versión de su vida, lo celebro y le brindo mi apoyo.
Abraham Echauri
¡Gracias por la reseña!
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