La caperucita no tiene miedo del camino ni del oscuro bosque, ni de la vereda solitaria.
La caperucita no tiene miedo de su madre severa, ni de su dulce abuela de ojos grandes.
La caperucita no tiene miedo del leñador, ni del hacha ni del lobo.
La caperucita no tiene miedo al espejo.
La caperucita tiene miedo de sí misma.
Tiene miedo de mirarse a los ojos y reconocer que este cuento ya le queda chico.
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