Parece más sensato, en lugar de esperar efectos mágicos (que, por leer, alguien llegue a ser mejor persona), dejar sencillamente que los libros sean, antes que ninguna otra cosa, lo que tienen que ser: un mero gusto, una forma de procurarse placer, a la disposición de quien sea que le dé la gana, cuando sea y sin que la experiencia tenga que reportarle nada más.
José Israel Carranza
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