Nadie debería acercarse a la taquilla sin saber qué película quiere ver. Nunca he entendido a aquellos que después de hacer una fila de diez minutos, se plantan frente al taquillero y le preguntan: ¿Qué me recomiendas? Como si el muchacho que atiende pudiera, con sólo mirar su rostro, adivinar qué tipo de películas prefieren. Pensándolo bien, tienen razón. Si esa es la pregunta, resulta obvio que el cliente disfruta las idioteces de Derbez o la serie de Rápido & Baboso. Aunque a veces la pregunta es un poquito más complicada: ¿Cuál está mejor? ¿Las Tortugas Ninja o Transformers?
Si yo fuera el taquillero, recomendaría algo para confundir, algo como Mother! de Darren Aronofsky, para que el fulano se salga a media película todo confundido y tenga pesadillas.
Al cine llegan otros seres más simpáticos que los anteriores. Estos, en el momento de pagar, giran la cabeza para preguntar ¿cuántos somos? y se empiezan a contar. Otros piden los boletos y cuando les dicen el total avisan a sus acompañantes: "nos toca de a cincuenta y tres pesos por cabeza", momento en que comienzan a recolectar el dinero. No puede faltar en la fila, la señora que se pone a buscar monedas en su bolso tamaño costal. Ella es especialista en pagar con monedas de un peso cuando tú llegaste tarde y tu película está a punto de empezar.
Cuando llegas temprano, compras el boleto con tiempo y entras a la sala antes de que empiecen los cortos, es casi seguro que elegiste las butacas cercanas al pasillo, del lado en que todos entran a la fila. Pasan frente a ti haciendo malabares con el refresco y el hot-dog; sufres pues no quieres bañarte en salsa Valentina y no sabes dónde meter los pies. Cuando piensas que han entrado todos y ya empezó la película, llega una mujer corriendo que hunde su tacón en tu uña enterrada y dice por obligación perdón en el tono más irritante posible. O puede suceder también que entra en la fila de atrás una supergorda que golpea tu nuca con su bolsa y ni siquiera se disculpa.
La mala suerte cuenta con un amplio repertorio de torturas. Así que en invierno, detrás de ti se sienta algún enfermo que estornuda o tose cada cinco minutos. A veces tan sólo es la pareja que está platicando y no pueden parar sino hasta que ven que el filme ha iniciado. Ellos son los que siempre hacen preguntas pendejas cómo: "¿ese es el policía?" o "¿esa güera no es la misma que estaba en la cama con el detective?". ¡Sí! ¡Carajo! ¡Sí! Cállate y pon atención.
En otras ocasiones es un gordo que mastica palomitas ruidosamente y sorbe su refresco para que no puedas oír. O la señora que lleva sus dulces y los ofrece a todos los integrantes de la familia. Yo creo que los cines tienen la secreta intención de que los asistentes se maten entre sí y por eso dan bolsas de celofán y popotes.
De cualquier modo el cine ha cambiado mucho. Cuando yo era adolescente, los novios intentaban el coito en la oscuridad. Ahora los dos están revisando su teléfono celular. Apenas el mes pasado se sentó a mi lado una mujer de unos veinticinco años y al iniciar la función empezó a revisar su WhatsApp. Con mi tono amable le solicité que apagara su aparato. Me miró a los ojos y dijo: "No". Cómo tenía un folleto a la mano, lo acerqué a su rostro y le dije: "espero no te moleste, pero a mi me molesta el resplandor". Acto seguido, salió hecha una furia arrastrando al novio. El pobre diablo tuvo la puntada de decirme mientras pasaba entre mis piernas: "Ya ni la muelas". No respondí, pero en mi interior festejé que se hubieran salido.
En el cine pasa de todo. En otra ocasión una mujer reprendió a gritos a su esposo por quedarse dormido. Otro día un señor se quedó dormido desde el inicio de la película y roncaba como un león. Así que el muchacho sentado en la butaca vecina golpeaba la lámpara que separa los asientos de las salas VIP y la hacía sonar como una campana. El viejo despertaba, hacía el intento por sentarse y a los dos minutos volvía a roncar. El campanazo lo sacaba del sueño nuevamente. Esto se repitió tantas veces que toda la sala estaba pendiente del campanazo y reíamos felices en cada ocasión.
Las cosas no siempre son tan divertidas. En otra sala, un tipo comenzó a patear el respaldo de mi asiento. Me tomé un momento para solicitarle que dejara de hacerlo. No lo hizo, de modo que me levanté, me senté en el asiento detrás de él y pateé el respaldo. El tipo enfureció e intentó ponerse violento, pero cuando me vio de pie se dio cuenta que llevaba las de perder y se calmó.
Ir a las salas VIP es un fastidio. De entrada, nadie en esas salas es importante, sólo somos tontos que pagamos mucho dinero por comer mientras vemos la película. El caso es que siempre hay algún odioso que llama y llama al mesero para pedir salsa, cubiertos o cualquier otra cosa. La película le importa un pepino y está más preocupado por su cola de dieta que por lo que pasa en pantalla.
Por todo lo anterior y a fin de que todos los que asistimos al cine podamos ver la película en paz, propongo lo siguiente:
a) Procura llegar con tiempo y consultar la cartelera antes de formarte en la fila. Si no sabes qué quieres ver, esa es buena señal para no entrar al cine.
b) Una sola persona puede comprar los boletos de toda la familia o amigos. No se formen seis en la fila.
c) Si tienes gripa o diarrea, no es buena idea ir al cine.
d) Si tienes sueño o estás esperando una llamada importante no vayas al cine.
e) Si tu niño llora, sácalo de la sala.
f) Si tu niño no entiende la película, encárgalo a algún familiar o regálalo. No lo lleves al cine.
g) Si llevas niños a la sala no les leas ni les expliques. Oblígalos a poner atención y permanecer en silencio. Educa a tus hijos, nadie quiere llamarles la atención, tú eres el indicado. Es por su bien y el de todos.
h) Si estás distraído y tienes dudas, haz las preguntas a tu acompañante cuando termine la función.
i) Comer ruidosamente y con la boca abierta, al igual que sorber, es de mala educación tanto en el cine como en cualquier otro sitio público, evítalo.
j) Apaga el celular. El brillo que emiten los teléfonos es molesto. Más aun oír tu ringtone o tu voz.
k) Si alguien te pide silencio, que apagues tu celular o que evites patear el respaldo, acepta tu error y pide disculpas. Científicos de la NASA realizaron un estudio en el que que se comprobó que reconocer un error y disculparse no disminuye tu valor, no reduce el tamaño de tu miembro, no se te caen las nalgas y generalmente evita conflictos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario