jueves, 12 de octubre de 2017

En la ciudad de los héroes

El sismo ya pasó. No tuvo réplica. Trajo a un amigo que llegó el sábado por la mañana. Entre los dos jodieron a todos. Ya se te instaló el miedo. Lo traes en la piel. Ahorita el miedo manda. Te tiene de los huevos. No tienes claridad. Las sirenas te espantan. Los mareos te dan ganas de correr. Traes las piernas flojas. No te concentras. Vas al súper y buscas dónde están las salidas. Te bañas con prisa. ¿Y si tiembla de nuevo? ¿Si te agarra encuerada, descalza y mojada? ¿Si te hace mierda? Ya te hace falta pintarte las canas, piensas mientras limpias el vapor del espejo. Según tú, ya estás bien. Ya ayudaste, ya estuviste en la fila pasando cascajo y ya llevaste víveres a la Cruz Roja de Polanco. Hasta se te olvidó que la Cruz te vacuna cada año. Te descuentan del cheque. Ni te preguntan cuánto. Te quitan la cuota de jefe de departamento, ese es tu cargo. Ni las manos metes, nada más rezongas con tu subdirector, le haces la chillona pero no está en sus manos. A él lo vacunan igual. Ya lo recuperarás cuando te toque atención al público. Trasquilarás un par de usuarios para estar a mano. Otros dos y hasta para el tinte sale. Pero hoy te sientes satisfecha, la TV te convenció de ayudar. Te convenció de que tu participación cómo voluntaria es un acto extraordinario y heroico. Claro. Estuviste viendo el chingado rescate de Frida Sofía y ahora te inventas teorías. La cortina de humo, la caja china. Puras boberías. Se te olvida que la televisión es un negocio que necesita mirones. Además, te tienen aturdida: ¡Fuerza México! Los buenos somos más. México ya cambió. Y estás de pendeja en tu face con el hashtag. Te lo crees, te lo tragas. Ya subiste tu foto con Frida en el twitter. No analizas, no piensas. De seguro crees que todos los que murieron son víctimas inocentes. Nadie se lo ganó, nadie merece morir así. Las losas no se llevaron entre las patas a ladrones, asesinos o violadores. Los rescatados deben ser ángeles que lloran agradecidas lagrimas. Han vuelto a nacer, sin importar su pasado. De hoy en adelante harán el bien. Los rescatistas, los rescatistas son seres etéreos. El bombero nalgón que estuviste mirando con deseo. Ese es el más bueno. Qué ganas de cogértelo. Le diste tu número y esperas que te llame. Sabrá Dios cuantas más le habrán insinuado algo. De seguro es joto, no te ha marcado. Los topos y los policías son buena gente. Ellos no guardaron en sus bolsillos el efectivo y las joyas, no hurgaron en los cajones ajenos, no se encontraron el bote de chocomilk lleno de dólares de la teibolera rusa que vivía en la Condesa. Respetaron lo que no era suyo. Si está muerta, no es de nadie. Es mío, ya no lo va a necesitar. Y claro, México es más fuerte que nunca, el dólar se devaluó, las tasas de interés bajaron, los feminicidios se acabaron, la guerra contra el narco terminó, la corrupción está a nada de desaparecer. Todo eso porque tú, niña bien, niña lomecán, que vives en la Portales, te fuiste a ayudar a los hipsters de la Roma que siempre te han mirado para abajo. Ni el tinte rojo, ni las luces güeras, ni la camiseta Bebe, ni los Ray-Ban, ni tu atuendo Mango, nada te disfraza. Mona te quedas. Ni pedo, eres negrita, chingo de tonos del pantone entre ellos y tú. Pero vas a tomarte el cafecito donde no te llaman. Donde te sientes menos. Dinero no te falta, pero eres burócrata y cuando hablan mal del gobierno asientes en silencio. Ni la meserita del café te saluda con confianza. El barista, detrás de la barra, te mira con desprecio y te sonríe acartonado. Su mamá conoce a tu papá de toda la vida. Sabe que estudiaste contaduría en la Unicel, que no eres artista, que no eres modelo. Te vio en la tesorería, estaba formado en la ventanilla única para pagar el predial. Pasaste taconeando. Regañaste a una cajera y te saliste. No le impresiona tu manicura, ni tus zapatos de marca. Eres igual que él, ni más ni menos. Te mira y se molesta porque reconoce la farsa, el mismo acto que él presenta todos los días de doce a nueve detrás de la barra, detrás de su barba, escondiendo el barrio. Sus primos murieron en Xochimilco. Él ayudó en la del Valle. Faltó al funeral. Sus tías preguntaron por él. Ya van a cerrar, te sales y pides un uber que te acerque al metro.

                         Abraham Echauri

                

No hay comentarios:

Publicar un comentario